viernes, 16 de julio de 2010

ALGUNOS CONSEJOS PARA QUIENES USEN SU COCHE EN VACACIONES







Por razones evidentes, no entramos en los accidentes de tráfico que se contabilizan estos meses de canícula. Lo sabemos todos y, además de razones infinitas que iremos desmenuzando al menos las más importantes o trascendentes para nuestra seguridad, el hecho de que de forma masiva nos citemos en la carretera miles de usuarios y usuarias, repercute en una falta de espacio para desenvolvernos con seguridad que no todos los conductores somos capaces de asumir y de sufrir. Y más quienes, por razones de trabajo o de ocio, suelen acudir a la carretera casi a diario, ya que no están acostumbrados a tanta presión y acaban por excederse, y ya sabemos que los excesos se acaban pagando desgraciadamente con la vida. Lógicamente, si a esta realidad le unimos que no faltan los que se mantienen en sus trece y se proponen horarios de salida y de llegada al punto de destino, fácil es deducir que la posibilidad de sufrir un accidente o de participar en su consecución, aumenta significativamente.

Por lo tanto, a los habituales y archiconocidos consejos de descansar cuando se hayan recorrido dos horas, de no comer en exceso cuando se tenga previsto viajar, de no consumir bebidas alcohólicas ni drogas ni medicamentos que pueden influir en la alteración del ánimo, de usar todos los elementos de seguridad que nuestro vehículo tiene instalados, de respetar la señalización en general y la de la velocidad de forma particular, etc., debemos añadirle la interpretación que hagamos de la circulación que observamos desde el instante que formemos parte de ella como unos más, poniendo especial atención en no tomar decisiones, sobre todo si se trata de adelantamientos en carreteras convencionales, que no los tengamos del todo claras. Evidentemente, si el viaje discurre por autovías o autopistas, el nivel de peligrosidad desciende, pero tampoco crean ustedes que ocurre siempre, entre otras razones porque no siempre el conductor que va a ser adelantado tiene la buena costumbre de mirar por el retrovisor si él quiere también adelantar, que es causa directa de la mayoría de los accidentes que se contabilizan en este tipo de vías. Aparte, en el terreno de los despistes y las dedicaciones gratuitas que solemos hacer con el teléfono o con los navegadores, insistir en que el control y el análisis que realiza Tráfico de todos los accidentes, ha comprobado que este tipo de excesos suma a la contabilidad anual un importante número de víctimas mortales.

Es fundamental evitar caer en la tentación de confiarnos y dejar en manos de los demás conductores nuestra seguridad. Debemos ser cautelosos con la actuación de quienes viajan al mismo tiempo que nosotros, ya que entre éstos no faltará en el que ha bebido, o el que no ha descanso lo suficiente, o el que va entretenido hablando por teléfono, o cambiando los parámetros del GPS, o entregado a una conversación con los acompañantes… Miren: hasta ahora, contabilizando sólo desde diez años atrás, la cifra de muertos en accidentes de tráfico en nuestro país ha sido de cincuenta mil. Si entre ustedes hay alguno que cree que todos ellos han caído en errores que él no va a cometer, o que sus conocimientos de la conducción están muy por encima de la media, o que sólo los mediocres son los aparecen en las estadísticas, están muy equivocados; es más, están peligrosamente equivocados, puesto que esta deducción puede llevarles a creer que, efectivamente, son excepcionales conductores, olvidándose interesadamente el factor suerte. Para verse involucrado en un accidente sólo es necesario que nos encontremos en el punto y el momento en el que éste sucederá. Nada más. Por lo tanto, si circulamos a la velocidad adecuada y nos hemos pertrechado de los elementos de seguridad que nuestro vehículo nos aporta, y que pagamos en el momento de su adquisición, puede que las consecuencias nos permitan seguir con vida. De todo lo demás, olvídense. Existe una definición muy acertada sobre los accidentes de tráfico y es ésta: todos los conductores tenemos un número impreso en una bola que forma parte de un enorme bombo que no para de dar vueltas y que continuamente las va dejando caer en un receptor. La suerte se entiende en que no caiga nuestro número, porque entonces lo que nos debe importar en quedarnos como estamos.

Suerte y buen viaje.