lunes, 15 de septiembre de 2008

URGE QUE NOS PONGAMOS DE ACUERDO



Asistimos estos días a una especie de buena nueva que, por lo que he podido entender, no es compartida por la mayoría. Y es preocupante, al menos para mí. Ocurre que la accidentalidad en las carreteras ha descendido significativamente desde que el carné por puntos fue implantado e incorporados al Código Penal una serie de artículos que permiten el ingreso en prisión de quienes se excedan conduciendo. Parece, por lo tanto, que conductoras y conductores hemos decidido darnos un respiro y valorar más nuestras vidas participando activamente en las propuestas que nos hacen insistentemente desde la Dirección General de Tráfico: no consumir alcohol si vamos a conducir, no superar los límites de velocidad, procurar no distraernos al volante, dedicarle más interés a la conducción... En fin, una serie de consejos hartos conocidos que ahora, por aquello de las denuncias y luego las sanciones económicas, parece que nos han bajado los humos y que hemos cambiado nuestros hábitos frente al volante de nuestro coche.

Hace sólo unos días decíamos en Radio Andújar que el Erario Público, con el descenso de nada menos que mil ochocientas personas muertas el año pasado en los diferentes accidentes de tráfico contabilizados, se había ahorrado más de seis mil millones de euros. Sí, quizá demasiado frívola la información, porque por encima de todo estamos las personas, pero no me negarán que a nivel de impacto mediático sí que puede ser rentable para una sociedad que se mueve por impulsos cada vez más incomprensibles. La razón que justifica tal cifra es que la máquina del Estado se mueve cada vez que se produce un accidente de tráfico y que para ello se ponen en marcha los Ministerios de Sanidad, Fomento, Interior e Industria, todos con el mismo objetivo y todos generando gastos a manos llenas para recuperar la vida de los accidentados y los daños ocasionados. Continuar con este comentario supone que deberé enfrentarme con una serie de inconvenientes de los que espero salir bien parado, pero es que es precisamente en éstos en donde reside su esencia misma.

Y es que, por ejemplo, entre las funerarias existe preocupación generalizada por el importante bajón que han dado los enterramientos, que, recuerden, ha sido de nada menos que mil ochocientas personas; también los taxis que son contratados por las aseguradoras han notado el descenso en sus servicios, lo mismo que las parroquias desde donde partían en loor de santidad hasta el camposanto. Enfrente, las compañías de seguros han sido las que más directamente se han beneficiado de estas cifras, ya que han dejado de pagar millones de euros por el fallecimiento de sus asegurados, por la recuperación de los accidentados y por el abono de los vehículos implicados en los accidentes. No obstante, con ser tranquilizador el hecho de que tantas personas sigamos viviendo por el hecho de no haber sufrido accidente de tráfico, hay un detalle que debemos valorar en su justa medida y que es la razón de este comentario. Hasta ahora les he mostrado a los que están más o menos satisfechos y a los que, debido a esta buena nueva, pasan por malos momentos económicos, y nos hemos dejado para el final a los que esperan un trasplante y que se beneficiaban de la muerte de tantas personas jóvenes (recuerden que más del sesenta por ciento de los fallecidos en accidentes de tráfico no superan los treinta y cinco años). Y así lo han hecho saber a quienes han querido escucharlos, mostrando una preocupación por su futuro realmente sorprendente y no menos preocupante, ya que parece que detrás de los accidentes de tráfico existen entidades y personas interesadas en que éstos mantengan los niveles que hasta el momento les han proporcionado beneficiosa sus empresas y vida para su precaria salud. A los hospitales han dejado de llegar, al menos con la regularidad que lo habían hecho hasta ahora, corazones, hígados, riñones, páncreas, pulmones y demás órganos trasplantables y ha ralentizado, por tanto, el nivel de intervenciones quirúrgicas de los últimos años, con lo que muchas de las personas que dependen de un trasplante para, por ejemplo, huir de la máquina de hemodiálisis a la que se unen por seis u ocho horas en días alternos, ven ahora cómo sus posibilidades de volver a la vida casi sin limitaciones la han dejado aparcada sine die.

Quizá ahora la sociedad que no acaba de aceptar las posibilidades de la Ciencia en la clonación de órganos o la importancia de la células madre en la regeneración de los dañados, acepte sin condiciones los beneficios de su implantación y permita a los Estados la inversión económica que los científicos demandan para seguir estudiando sus beneficios o sus inconvenientes.

En fin, no sé si he sido capaz de contárselo a ustedes como el caso merece, pero les puedo asegurar que no ha sido fácil. Si tienen a bien compartir conmigo algún comentario, lo espero en paga34@gmail.com
. Gracias.