miércoles, 12 de agosto de 2009

RECORRIENDO EL PARQUE NATURAL “SIERRA DE ANDÚJAR”


El recorrido publicado en este blog y que me llevó desde Andújar hasta La Centenera, en pleno parque natural Sierra de Andújar, ha resultado, en términos contables, de vuestro interés, de lo que dan fe las visitas, en número suficiente y desde luego alentador, detalle que agradezco como merece. Por lo tanto, ahora más comprometido si cabe con el reto que me propuse cuando inicié estos recorridos y convencido de que a muchos de vosotros os parece original, os propongo descubrir un nuevo lugar que, aunque no forma parte del parque natural como tal, su proximidad y su valor histórico lo muestran como visita obligada. Se trata de El Centenillo, una población minera que perdió su papel protagonista coincidiendo con la falta de la demanda de los minerales que en estos terrenos eran extraídos por los cientos de trabajadores empleados en sus explotaciones.

El Centenillo fue, junto con Guarromán, La Carolina, Santa Elena y Carboneros, en Jaén, una de las nuevas poblaciones de Pablo de Olavide, que recibió el encargo de Carlos III de poblar Sierra Morena de conformidad con el Fuero de las Nuevas Poblaciones de 1767, en un magno proyecto de más de cuarenta años para el que contó con amplios poderes y el apoyo de importantes e influyentes personajes de la época y la financiación económica proveniente de las propiedades confiscadas a los jesuitas en la conocida como la desamortización de Mendizábal, y que tenían como objetivo poblar esta zona de la provincia que se sabía rica en minerales y escasa de población. Llegaron procedentes de Europa (preferentemente de Alemania), y de España, destacando los catalanes y los vascos. De hecho, en cualquiera de estas poblaciones encontramos todavía apellidos y platos típicos de estos pueblos, especialmente en la repostería, y los “alemanes” que degustamos en Guarromán. O las exquisiteces que nos ofrecen en Los Alpes, una confitería-cafetería que encontramos en La Carolina y que supera con creces las expectativas de este tipo de establecimientos. Sencillamente, una delicia.

En cuanto al recorrido que nos lleva hasta esta histórica ciudad, en la que encontramos un monumento al minero erigido por cuestación popular, confirmando de forma tan contundente y pública la pasión y el orgullo de sus moradores por sus raíces e historia, lo iniciamos, como todos, en Andújar. Antes de la obligada parada en el complejo turístico Los Pinos, en donde repondremos fuerzas para afrontar el camino con ventaja y nos hacemos de agua con la que hidratarnos (está situado en el kilómetro 14), encontramos el centro de visitantes, en donde nos podemos poner al día de éste o de cualquier otro camino por el que discurrir en busca de lo mejor de este maravilloso parque natural. Por cierto, que no os he dicho que lo mejor para efectuar estos viajes es usar de un todoterreno, aunque no imprescindible. Estar atentos, porque justo a la salida del restaurante Los Pinos, a la derecha, a sólo unos metros, unas señales nos avisan de que esa es la dirección que debemos tomar y que nos conducirá hasta nuestro objetivo. Y tomad buena nota porque este camino es el mismo que usaremos en otros viajes, ya que nos permite el acceso no sólo a El Centenillo, sino al embalse del Jándula o La Lancha, y Baños de la Encina. Un dato a tener en cuenta en éste y en cualquier otra visita: durante todos los viajes que hagáis por el parque veréis que la ausencia de señalización es la tónica en todos ellos, y esto es algo que a veces influye y mucho, por lo que es muy importante que las direcciones que toméis las hayáis comprobado antes. Debo deciros también que la presencia de animales sueltos en la calzada (recordarq ue estáis en zona de linces ibéricos), cruzándola o en sus laterales, es constante, lo que os obligará a vigilar especialmentela velocidad, y, eso sí, os permitirá hacer extraordinarias fotografías de toros, ciervos, caballos sobre todo. Por otra parte, todo el camino lo haremos desde alturas muy considerables, lo que nos abre un paisaje a veces apabullante a la vista que no debéis desaprovechar. ¡Echaros unos buenos prismáticos!

Por otra parte, debéis saber que la carretera, efectivamente, ha sido reparada recientemente, pero no en su totalidad. Esto quiere decir que disfrutaréis de un firme inmaculado durante los primeros kilómetros y luego, hasta Los Escoriales, en peores condiciones. Justo en ese punto, veréis que, a la izquierda, aparece a sólo unos metros, una señal que os invita al embalse del Jándula. Pues bien, a la derecha de esta señalización, dos caminos se abren ante vosotros; el primero, es decir, en el centro o junto al del Jándula, conocido como la ruta del toro bravo, es el que nos llevará hasta la ciudad minera; el segundo, a Baños de la Encina. Si os decidís por esta última, una población que también visitaremos y que os prometo que os encantará, debéis saber que el firme sencillamente no existe. Son infinidad los socavones y miles las piedras sueltas que influirán en vuestro viaje. En este caso, aunque en realidad todos los recorridos suponen una aventura, se complica debido a este contratiempo.

Bien. Ya en el inicio del que nos introducirá en un paisaje impactante, y que os proporcionará infinidad de oportunidades para ver muy de cerca toros de lidia, caballos y ciervos, os vuelvo a recordar y rogar que debéis mantener una velocidad reducida. Al fin y al cabo, nos introducimos en la naturaleza y en ella somos unos meros invitados. Dedicaros tiempo a la observación porque valdrá la pena. De hecho, debéis estar prestos a deteneros en busca de la fotografía de la que presumir cuando la mostréis a los amigos. En los miradores de Los Alarcones y en Selladores-Contadero tendréis la oportunidad de conseguir instantáneas de maravillosos paisajes, lo mismo que en el mirador de Los Pastores. A mitad de camino desaparece la zahorra y el asfalto nos invita a disfrutar del recorrido casi al mismo tiempo que comenzamos a descender en busca de la zona recreativa de La Aliseda,un recinto junto a un riachuelo, ahora seco, equipado con mobiliario de obra que facilita el descanso de quienes allí se detienen.

Cuando alcancéis este punto, estaréis a menos de cinco kilómetros de nuestro punto de destino. El Centenillo os espera con los brazos abiertos, y estar seguros de que os dará cobijo y muy bien de comer. A esta población ex minera no le falta de casi nada. Sus paisajes son únicos y cómodos de disfrutarlos. Por ejemplo, los restos mineros a los que tendréis acceso sin más limitación que la de respetar lo que no es vuestro, os proporcionarán miles de datos que os facilitarán la particular historia de una población que se entregó sin condiciones a extraer de la tierra sus tesoros escondidos. Para ello tenéis un acceso directo por un camino de tierra que encontraréis justo en el momento en el que, con la ciudad frente a vosotros, elijáis la entrada que os queda a la derecha, obviando la señal que indica “La Carolina”. A sólo unos metros de la entrada de tierra que os indico, un giro en ángulo obtuso hacia la derecha os deja a las puertas del conjunto de edificios que hace unos años albergaba una gran actividad minera y que permitió vivir a las cientos de personas que por entonces daban vida y riqueza a esta villa jiennense.

La vuelta de este conjunto para dirigiros a la ciudad procurad hacerlo a la hora del aperitivo, porque disfrutaréis con la variedad de tapas que os ofrecerán en los bares del centro. En todos, la familiaridad preside el trato con los clientes y a todos os recibirán de buena gana. Si preguntáis a alguno de ellos por detalles concretos de la villa, como el número de vecinos que residen todo el año, os dirán que son seis o siete (según los datos oficiales, superan los cientosesenta) en invierno; en verano, casi mil. La razón es que El Centenillo se ha convertido en una ciudad ideal para disponer de una segunda vivienda para quienes andaban buscando un lugar tranquilo, con aire limpio que respirar, próximo a una ciudad con servicios (a menos de veinte kilómetros, La Carolina, y de ésta a la A-4, unos metros) y con buena gente. Unos se decantaron por recuperar las viejas construcciones, casi siempre familiares de los antiguos pobladores; otros, sencillamente, porque el conjunto y su emplazamiento les cautivó. Esta tendencia ha servido para aumentar significativamente el número de habitantes y proporcionar un nuevo paisaje a una ciudad que desde hacía años mostraba una clara e imparable tendencia a su desaparición. La razón fundamental de este cambio en esta tendencia se resume, nos cuentan, en la necesidad por volver que han mostrado los familiares directos o indirectos de los que en su día emigraron en busca del trabajo perdido en la ciudad que los vio nacer. A ella han regresado para recuperar las viviendas que dejaron, para compartir sus experiencias, para dar vida a lo que se caía a pedazos y para encontrar la paz que nos regala El Centenillo a manos llenas. Por supuesto, también porque el lugar, su clima y su paisaje lo han hecho imprescindible para los nuevos pobladores. Éstos son los veraneantes, que allí han adquirido hogar y allí disfrutan de su tiempo libre, especialmente en época estival. Lo mejor es que preparéis al viaje con tiempo, por si os queréis quedar unos días. Para ello, El Centenillo tiene su propia página web, que os proporcionará más información de la que yo os he dado. Si se trata de una visita como la que hice yo, elegir cualquiera de los restaurantes que encontraréis en el centro. Seguro que no os defraudarán. Eso sí, nada de platos elaborados. En El Centenillo se lleva lo sencillo, lo intenso y el buen gusto por mantener los alimentos y platos tradicionales. El entorno serrano está presente en toda su oferta gastronómica, desde una exquisita morcilla o chorizo, o unas patatas a lo pobre con lomo de cerdo ibérico o una caldereta de cordero. Dará igual, porque os gustará. O sea, como sus gentes. Todo un lujo.


Si lo creéis interesante, enviarme vuestras experiencias o sugerencias, por favor, a paga34@gmail.com

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