martes, 21 de abril de 2009

LA SIERRA ES DE TODOS Y SU CUIDADO TAMBIÉN




De todos es conocido el deterioro que sufre la sierra por el maltrato al que la sometemos. Es tal el grado de contaminación que encontramos por los pasos habituales, que cada vez es más complicado un lugar en el que descansar sin que esté intoxicado por una lata, una botella de plástico o una bolsa con restos de comida. Digo yo que por tratarse de algo que no beneficia a nadie y que nos ha sido entregado por quienes nos precedieron con el único objetivo de que la disfrutáramos como lo hicieron ellos, lo menos que podemos y debemos hacer es intentar lo propio con nuestros descendientes, porque de seguir así os aseguro que poco les llegará. Si se mantiene el actual grado de contaminación, con miles de elementos agresivos repartidos por el campo, no pasará mucho tiempo sin que el medio ambiente se resienta y nos pase factura de la única forma que sabe: muriéndose. Cientos de veces he recordado el tiempo que invierte una botella de plástico o de cristal en ser engullida por la naturaleza, y no me importa seguir haciéndolo si con ello detenemos lo que a todas luces y por el momento parece imparable.

Estos días, especialmente estos días, que serán miles las personas que recorrerán el camino de herradura o viejo hacia del santuario, a lo mejor sería bueno para todos, y muy especialmente para la imagen que se llevarán de nosotros de vuelta a casa quienes nos visiten, que alguien mejorara algunos rincones o lugares de este emblemático corredor entre la ciudad y el Cabezo. Lugares como san Ginés o los tubos, referencias obligadas entre los peregrinos, son hoy dos cúmulos de basura de los que debíamos estar avergonzados, incluso sin haber depositado allí nada de lo que nos sobrara, pero sí porque formar parte de gentes tan maleducadas y capaces de dañar el paisaje y la naturaleza de esta manera, la verdad es que no es precisamente algo de lo que podamos presumir.

Solución, sencilla: convencernos nosotros mismos de que con nuestra actitud podremos conseguir adeptos, y más si podemos recriminarles a algunos su actuación. No se trata de enfrentarse a nadie, y menos tratándose de energúmenos, pero sí de recordarles que la sierra es de todos y que debemos por tanto ser todos los implicados en su cuidado. Desde luego, la necesidad de que este maltrato acabe cuanto antes está más que justificada. Sinceramente, siendo conscientes de lo que se le viene encima a nuestra querida sierra, mucho nos tememos que, una vez más, parte de ella sea irrecuperable. Y ya son muchos años los que lleva soportando las aberraciones de quienes la usan exclusivamente para su disfrute. ¡Échanos una mano!