lunes, 5 de octubre de 2009

HORNOS DE SEGURA, CENTRO DE SUEÑOS, DE PAZ Y VIRTUDES



No recuerdo ahora quién me dijo que Hornos merecía una visita, pero desde aquí se lo agradezco. También me insinuó que perdía el tiempo buscando excepcionalidad en los habituales y tópicos rincones de nuestra provincia sin saber de esta villa inmersa en el parque natural de Cazorla, Segura y las Villas. Y como soy de los que sólo necesitan tiempo para dedicarlo a conocer lo nuestro, este fin de semana me he decidido y he visitado un pueblo que, como me aseguró mi amigo, me ha encantado. Por sus gentes, amables, agradecidas y prestas a echarnos una mano para que antes de irnos nos llevemos la ciudad en la cámara de vídeo o de foto, y muy especialmente en nuestra retina y el estómago.


Lo primero que haré será situaros, por aquello de que no todos sabréis ubicar correctamente esta ciudad. Así, podéis llegar a ella a través de La Puerta de Segura, por la carretera que une Úbeda con Albacete (y digo esta ciudad patrimonio de la humanidad porque entiendo que la conocemos todos y todas y es un buen punto de partida). Justo después de Puente Génave, luego de Villacarrillo, Beas de Segura y Arroyo del Ojanco, a la derecha del camino, La Puerta, que debe su nombre, aunque acepto críticas por mi capacidad de resumen e ingenuidad, porque es realmente la puerta que nos permite entrar en esta parte del parque natural, ya que desde ella accederemos a Orcera o Segura de la Sierra, dos ciudades muy representativas de este espacio nacional. También a Santiago-Pontones, Cortijos Nuevos, Las Capellanías, Río Madera, Siles, Santiago de la Espada, el pantano de El Tranco, La Iruela, Cazorla y Hornos, entre otras villas de esta parte de la provincia. Es decir, que os encontraréis con unos lugares de espacios amplios y paisajes sorprendentes, con gran atractivo y no menos interés histórico, que para eso esta ciudad forma parte de la ruta de los castillos.


En Hornos sus habitantes escasean casi todo el año por aquello de la escasez del trabajo, y como se trata de gentes muy laboriosas, lo buscan en donde se lo ofrezcan. En realidad, los de derecho no superan los ochocientos y una importante mayoría han alcanzado la edad de jubilación. De hecho, son los que de verdad disfrutan de la paz, el silencio y las sensaciones estéticas que destila esta bellísima ciudad desde fuera y una vez que la paseamos.


Acercaros también a la puerta de la villa, y a la iglesia parroquial que preside Nuestra Señora de la Asunción, porque también éstos os proporcionarán más datos de su historia. Lo mejor que podéis hacer es comprobar antes las baterías y carretes de vuestros equipos de fotografía o vídeo, porque no os cansaréis de recoger puntos de interés. Un detalle que os puede resultar fundamental en la práctica es que escojáis el calzado teniendo en cuenta que la accesibilidad por algunos de sus calles lo haréis por grandes pendientes y así evitaréis resbalar. Por cierto, por si os apetece, dos días grandes celebra Hornos al año: uno, su romería a la Virgen de Fátima; otro, la fiesta de su patrón, que es San Roque.


En los alrededores de esta ciudad encontraréis El Carrascal, La Capellanía, La Platera, Cañada Morales (la cruzaréis si os dirigís a Hornos desde Cazorla o Villanueva del Azobispo), Guadabraz, El Tovar y El Tranco, por sí mismo suficientes como para que le dedicáis algo de vuestro tiempo. Aunque de siempre se ha denominado a este pantano Tranco de Beas de Segura, es a la Villa de Hornos a quien pertenece y por ello el poblado participa con algún concejal en la composición del consistorio municipal, aunque su muro de contención y la central hidroeléctrica pertenecen al término municipal de Villanueva del Arzobispo, en la Sierra de Las Cuatro Villas. Fue inaugurado en 1948, casi cincuenta años después de su planteamiento, y la electricidad que genera su central eléctrica es trasladada directamente hasta Andújar. En cuanto a la oferta hotelera de la propia ciudad y la zona cubren ampliamente la oferta. Se trata de que lo comprobéis por vosotros mismos.


De la visita me he traído nuevas amistades de las que os haré una escueta semblanza... Se trata de Ana y Emilio. Los dos son andaluces de Lucena y coinciden en vivir desde la coherencia más espartana, basando su alimentación en productos ecológicos, algunos de los cuales son de su mismo huerto, huyendo de todos los tópicos y comodidades al uso y dispuestos a depender de ellos y sus posibilidades laborales. Ambos disfrutan de un particular nirvana y de un estado permanente de estabilidad emocional, lo que no sólo les ayuda a conciliar su vida social, sino que proyectan una personalidad en la ciudad que, sin ellos saberlo, les esperaba desde hacía tiempo y en donde han encontrado la respuesta que andaban buscando. Ha sido en Hornos y desde una cerámica muy particular y personal, creativa, diferente y rezumando sensaciones culturales acumuladas a lo largo del tiempo y la experiencia adquirida, cuando han podido por fin contarle al mundo cómo lo ven ellos, cuáles deben ser sus prioridades y cómo obtenerlas casi sin esfuerzos. Barros, gredas, metales, maderas y vidrios, entre otros materiales, expresan la fuerza interior de una pasión a veces no del todo controlada y en donde podemos encontrar algunas donde estos originales creadores han incluido pinturas y dibujos rupestres. Y de eso precisamente se beneficia quien se lleva a cabo una de sus obras, de la sencillez de la originalidad creada con barro que nos rodea y del que aún no hemos sido capaces de extraer todo lo que contiene.


Ana y Emilio, en un pasillo con vistas a la huerta y el valle del Guadalquivir, se han fabricado una particular sala de exposiciones. Y es allí donde podréis comprobar lo que os digo y, más aún, disfrutar con sus creaciones. No tiene pérdida, porque pasáis por su puerta camino del centro de la ciudad, junto a un mirador y, enfrente, una roca de proporciones inmensas. Fueron ellos los que nos hablaron de las exquisiteces de Hornos, los que nos pusieron al día de las inquietudes de la población y del futuro brillante que están convencidos espera a lugar tan prodigioso en donde en tiempo pasa muy lentamente. Nos invitaron también a que volviéramos el puente del Pilar a compartir con ellos la primera feria medieval de Pontones, que la organiza la Asociación Cultural Pontones Cuna del Segura y la Asociación Cultural Colorín Colorado. Y que conste que nos avisaron de que no se trata de las ferias medievales al uso, esas que nada tienen que ver con los tiempos que anuncian. Por si estáis interesados, comienza a las nueve de la mañana del sábado 10 de octubre y finaliza el lunes 12 a mediodía con una comida medieval, baile y música.



En cuanto a la gastronomía, que estoy seguro esperáis interesados, fueron precisamente estos dos amigos los que nos recomendaron visitar el restaurante Madreselva. Lo encontraréis en La Parrilla, perteneciente al término municipal de Santiago-Pontones. En realidad, desde Hornos a este restaurante, por la carretera nueva, está a poco más de diez kilómetros y el paseo merece la pena. Este original centro gastronómico anuncia sabores mediterráneos y productos ecológicos, y cumple a rajatabla con lo que promete. Sorprenden por su extraordinario y casi desconocido u olvidado sabor sus tomates, pimientos, lechugas, berenjenas, alcachofas y demás integrantes de platos y ensaladas. Todos provienen de una pequeña huerta ecológica que ellos mismos cuidan y miman durante todo el año, y de la que obtienen manjares que van a la mesa frescas y también en conserva. El cordero segureño, santo y seña de la zona, la carne de caza y de granja dan la cara por la cocina de la que salen prestos a ser devorados por los comensales. Los postres, todos caseros, acaban por convencernos de que, efectivamente, se trata de una oferta gastronómica excepcional que no debéis dejar de lado. Su teléfono es el 953/12 81 82.




En fin, un nuevo recorrido que he querido compartir con todos vosotros y del que espero resultados positivos, entendiendo que habré conseguido que os desplacéis a tan magnífico lugar de la provincia de Jaén, y especialmente en época otoñal, que es donde la variedad de colores que nos ofrece tan descomunal reserva natural alcanza su máximo esplendor.